Gonzalo Abella
1) EL GRAN DESAFÍO
En 1970 se advierten los primeros síntomas claros de la crisis ambiental del planeta. Años antes de esa constatación ya había sonado otra señal de alarma. El colosal desarrollo industrial, la expansión del modelo capitalista y el consumo suntuario (estimulado por los productores trasnacionales de esos bienes suntuarios) llevaron a que la demanda de combustible fósil llegara a ritmos que hacían previsible una futura penuria. La energía nuclear como alternativa a gran escala planteaba el riesgo de graves accidentes, el problema de los desechos, y la necesidad de inmensos basureros con dudoso blindaje protector. Se empezaba a hablar de energía solar y eólica a gran escala, pero había poderosos intereses para que no hubiera una energía accesible que compitiera con las trasnacionales. Entonces se dijo que las energías eólica y solar no eran utilizables a gran escala y que no serían nunca rentables. Pero el debate de fondo parecía todavía lejano. Los países del campo socialista, por su parte, en 1970 basaban su desarrollo industrial en el combustible todavía barato que proveía la URSS a través del CAME. Cuba, por ejemplo, hacía trueque de petróleo de la URSS por azúcar a precios constantes, independientes de las oscilaciones del mercado, gracias al cálculo del «tiempo de trabajo socialmente necesario» para producir una y otra mercancía. La lectura lineal del objetivo económico clásico de la Revolución Socialista (el desarrollo acelerado de las fuerzas productivas) no tenía en cuenta por entonces la posibilidad de que colapsaran las fuentes de materias primas, que se estrechara peligrosamente el área sembrada para consumo humano, que se agotara la tierra por exceso de uso, y mucho menos el riesgo de contaminación global como consecuencia del crecimiento industrial. Y si algunos teóricos lo tenían en cuenta, se subordinaba esta preocupación a la necesidad real, objetiva, de no quedar atrás del capitalismo en un desarrollo tecnológico esencial en el peligroso equilibrio de la Guerra Fría. La carrera armamentista obligaba a las superpotencias y a sus respectivos aliados a consumir más energía y materiales no renovables y a invertir colosales sumas en productos que no elevaban por cierto la calidad de vida de las mayorías. Los residuos nucleares se sumaron a los industriales altamente contaminantes en proporciones nunca antes pensadas. Los países socialistas europeos, incluyendo a la inmensa URSS, no tuvieron tiempo de afrontar la crisis ambiental planetaria con el necesario debate y la correspondiente reformulación estratégica: sus propias fallas internas los llevaron a un declive e implosión final y a la restauración capitalista plena en sus territorios. El capitalismo en su fase imperialista, entonces, pareció consolidarse para mucho tiempo como modo de producción dominante en el Planeta. China Popular adoptaba una economía de mercado, Viet Nam desfallecía sin apoyos en su terrible convalecencia, y parecía que la rendición de Cuba Revolucionaria, por hambre, era sólo cuestión de poco tiempo.Pero las señales de catástrofe ambiental inminente aumentaron.
2) EL CALENTAMIENTO GLOBAL
Entre todos los problemas ambientales (incluyendo la contaminación, la penuria energética, la escasez de agua, el agujero de la capa de ozono) el Calentamiento Global pasó a ser el problema más alarmante. La contaminación, la escasez de petróleo y la falta de agua (pensaban los Amos del Mundo) podían resolverse a la manera clásica del imperialismo: exportación de industrias contaminantes a los países pobres, ocupación militar de pozos de petróleo y de zonas con recursos hídricos o con otros recursos necesarios para las nuevas y novísimas tecnologías. La capa de ozono podría restaurarse lentamente cambiando algunos procesos tecnológicos. Pero el Calentamiento Global por el Efecto Invernadero no parecía tener solución que fuera compatible con el modo de producción y consumo de creciente derroche y expansión industrial. Primero se intentó desconocerlo, pero luego se decidió mitigarlo mediante propuestas tecnológicas más propias de la ciencia-ficción o por la clásica receta capitalista de pagar más por los bienes escasos. Y afirmando que debía hacerse un esfuerzo educativo para reflexionar sobre estos temas: siempre en la línea de que «todos somos responsables», postura que intenta ocultar a los grandes responsables Hay antecedentes de una falsa preocupación por el ambiente que en realidad intenta «soluciones» en contra de los pueblos. Con el tema del agua potable los Amos del Mundo hicieron ya en los años 80 un ensayo interesante para la expropiación de los pueblos, para quitarle a las mayorías el derecho a su acceso. Los talleres «educativos» del Banco Mundial ya manejaban el concepto de Educación Ambiental y en ellos se llevaba a los técnicos a razonar de la siguiente forma: a) el agua va a escasear; b) hay que educar a las poblaciones para su empleo responsable; c) los pueblos menos conscientes son aquellos que la poseyeron hasta ahora en abundancia; d) la primera medida educativa es que deban pagar por ella; e) por lo tanto deben manejarse criterios empresariales para administrar el suministro del agua potable que deja de ser un recurso natural para transformarse en un servicio comercializable y exportable
Para el Calentamiento Global también hay propuestas «educativas» neoliberales de este tipo, pero cada vez más se advierte que el problema, por su gravedad, no admite soluciones dentro del Neoliberalismo. Ello exige a los Amos del Mundo ganar tiempo y mentir, pues la conciencia planetaria del problema llevaría inevitablemente a un cuestionamiento del sistema capitalista desde su raíz. Las propuestas de Educación Ambiental de Naciones Unidas apostaron más a enmascarar las causas del Recalentamiento Global que a enfrenarlas. Veamos un ejemplo de las propuestas que manejan los Amos del Mundo: una solución aparentemente «técnica» y democrática es fijar cuotas máximas de contaminación para cada país. Desde luego la culpa del recalentamiento global es en un 90% de los países del Norte, pero –dicen los Amos del Mundo- olvidemos eso. Si hay países que han excedido su cuota de contaminación pueden comprar parte de la cuota admitida a países subdesarrollados, y éstos (al vender sus derechos) renuncian a industrializarse, y así ganaríamos todos. Por otra parte, como los árboles absorben CO2 y oxigenan el aire, los Amos del Mundo tendrían derecho a seguir emitiendo gases tóxicos si al mismo tiempo siembran plantaciones de árboles en régimen de monocultivo en países pobres con tierras fértiles. Los defensores de este falso camino omiten decir que estas plantaciones no son bosques verdaderos, que no se siembran para que queden por siempre sino para cortar la madera e impulsar más industrias contaminantes y que en realidad destruyen la Biodiversidad y la vida campesina. Las argumentaciones de los Amos del Mundo son siempre falaces. El negocio de las cuotas de contaminación permitidas y los «bonos» para comprar derecho a contaminar son uno de los disparates del protocolo de Kyoto. Esto es sólo una justificación para aparentar que se hace algo. Pero la Educación Ambiental que impulsan los programas de Naciones Unidas usualmente parte de estas falsas premisas.
3) EDUCACIÓN AMBIENTAL PARA QUE HAYA UN FUTURO
En este nuevo contexto del siglo XXI, cuando los pueblos se plantean con audacia nuevos caminos al Socialismo, el tema ambiental aparece con imperiosa urgencia. Enfrentar a los responsables requiere información y sensibilización ciudadana. Frente a la desinformación y la trivialidad, la Educación del Pueblo debe dar su combate. Ninguna propuesta educativa es neutral. Responde a uno de estos tres objetivos: consolidar, perfeccionar o enfrentar el sistema político dominante y su base productiva. No todo cuestionamiento del Sistema con frases incendiarias es una real amenaza para el Sistema. Por ejemplo: un ambientalismo abstracto, absoluto, impediría a los estados revolucionarios (que se liberan del yugo imperial) adoptar por determinados períodos estrategias contaminantes pero imprescindibles para su supervivencia económica y militar. Hoy, enfrentar al imperialismo es cuestión de vida o muerte. La fase imperialista del capitalismo está en la etapa de saqueo ambiental y de agonía, pero la pregunta es si la agonía del capitalismo será la agonía de la vida en el planeta. En este marco ¿qué Educación Ambiental debemos impulsar los revolucionarios? En la segunda mitad del siglo XX hay una revaloración de las sabidurías tradicionales y la Educación propone metodologías nuevas para el diálogo multicultural. Paulo Freire es sin duda uno de los principales ideólogos de este proceso. A partir de Paulo Freire cambia el concepto de Educación Popular. De simple transferencia de un saber académico al pueblo, por dosis graduadas, ahora la Educación Popular pasaba a ser la construcción colectiva de un conocimiento mediante el diálogo entre el saber académico y la comunidad. Pero las metodologías horizontales de taller educativo (que adoptaron rápidamente muchas ONGs) al absolutizarse, al menospreciar los mecanismos clásicos de transferencia de conocimientos y categorías político-ideológicas, enlentecieron paradójicamente los procesos de conciencia política ciudadana. En el seno del pensamiento y la práctica de la Pedagogía de Freire se abrieron polémicas nuevas. Algunos autores advirtieron que girar en los saberes del pueblo es un aporte imprescindible para potenciar el saber popular, pero quedarse en los saberes del pueblo es también excluir la apropiación popular de los contenidos académicos que el pueblo aún no posee. Todos estamos buscando nuevas síntesis para las propuestas educativas. Por mi parte en algunos trabajos he insistido en la necesidad de diferenciar los conceptos de «cultura tradicional» y «cultura popular no-tradicional», ya que en países de fuerte urbanización no todo conocimiento tradicional sigue siendo popular y no todo conocimiento popular viene de la tradición local. He sostenido que casi todo el conocimiento tradicional es ambientalmente sustentable, pero que eso no se puede afirmar para la mayoría del conocimiento popular reciente. Además en mi ensayo «La Educación en los Tiempos del Hambre» (Montevideo, Betum San, 2001) propuse definir la horizontalidad en un proceso educativo como «la suma algebraica de las verticalidades». Las transferencias verticales de conocimiento (del que sabe a los que no saben) siguen siendo necesarias; sólo que ahora sabemos que a veces el que no sabe es el académico, y la que sabe es la comunidad. Ahora necesitamos una Educación Popular de claro contenido anticapitalista (o sea de solidaridad social y sustentabilidad ambiental) que haga la síntesis entre las metodologías participativas de Paulo Freire y la necesidad de transferencia masiva de conocimientos y propuestas. Eso último requiere a veces de procedimientos propios de la Educación Tradicional, a veces apoyados en las nuevas tecnologías audiovisuales e interactivas. La Venezuela Bolivariana, por lo que sabemos, es hoy un formidable laboratorio educativo para la búsqueda de nuevas síntesis metodológicas. Los Amos del Mundo controlan la Ingeniería Genética, el Sistema de Propiedad Privada Intelectual sobre formas de vida, la Biopiratería, la Nanotecnología y la Geoingeniería. La gente debe saberlo, y estos temas no pueden ser tratados solamente desde talleres participativos y horizontales. Hay que informar, denunciar, proponer, desde los que están informados a todos los interesados. Ni siquiera el empleo de agrotóxicos, transgénicos y monocultivos, donde la mirada popular sobre sus impactos ya es un aporte imprescindible, ni siquiera esos temas pueden agotarse sin la difusión masiva del diagnóstico y de la propuesta de los académicos anticapitalistas. Pienso que todo lo anterior tiene una extraordinaria importancia para el diseño de una Educación Ambiental comprometida con las mayorías y por ende contraria al capitalismo.
En 1970 se advierten los primeros síntomas claros de la crisis ambiental del planeta. Años antes de esa constatación ya había sonado otra señal de alarma. El colosal desarrollo industrial, la expansión del modelo capitalista y el consumo suntuario (estimulado por los productores trasnacionales de esos bienes suntuarios) llevaron a que la demanda de combustible fósil llegara a ritmos que hacían previsible una futura penuria. La energía nuclear como alternativa a gran escala planteaba el riesgo de graves accidentes, el problema de los desechos, y la necesidad de inmensos basureros con dudoso blindaje protector. Se empezaba a hablar de energía solar y eólica a gran escala, pero había poderosos intereses para que no hubiera una energía accesible que compitiera con las trasnacionales. Entonces se dijo que las energías eólica y solar no eran utilizables a gran escala y que no serían nunca rentables. Pero el debate de fondo parecía todavía lejano. Los países del campo socialista, por su parte, en 1970 basaban su desarrollo industrial en el combustible todavía barato que proveía la URSS a través del CAME. Cuba, por ejemplo, hacía trueque de petróleo de la URSS por azúcar a precios constantes, independientes de las oscilaciones del mercado, gracias al cálculo del «tiempo de trabajo socialmente necesario» para producir una y otra mercancía. La lectura lineal del objetivo económico clásico de la Revolución Socialista (el desarrollo acelerado de las fuerzas productivas) no tenía en cuenta por entonces la posibilidad de que colapsaran las fuentes de materias primas, que se estrechara peligrosamente el área sembrada para consumo humano, que se agotara la tierra por exceso de uso, y mucho menos el riesgo de contaminación global como consecuencia del crecimiento industrial. Y si algunos teóricos lo tenían en cuenta, se subordinaba esta preocupación a la necesidad real, objetiva, de no quedar atrás del capitalismo en un desarrollo tecnológico esencial en el peligroso equilibrio de la Guerra Fría. La carrera armamentista obligaba a las superpotencias y a sus respectivos aliados a consumir más energía y materiales no renovables y a invertir colosales sumas en productos que no elevaban por cierto la calidad de vida de las mayorías. Los residuos nucleares se sumaron a los industriales altamente contaminantes en proporciones nunca antes pensadas. Los países socialistas europeos, incluyendo a la inmensa URSS, no tuvieron tiempo de afrontar la crisis ambiental planetaria con el necesario debate y la correspondiente reformulación estratégica: sus propias fallas internas los llevaron a un declive e implosión final y a la restauración capitalista plena en sus territorios. El capitalismo en su fase imperialista, entonces, pareció consolidarse para mucho tiempo como modo de producción dominante en el Planeta. China Popular adoptaba una economía de mercado, Viet Nam desfallecía sin apoyos en su terrible convalecencia, y parecía que la rendición de Cuba Revolucionaria, por hambre, era sólo cuestión de poco tiempo.Pero las señales de catástrofe ambiental inminente aumentaron.
2) EL CALENTAMIENTO GLOBAL
Entre todos los problemas ambientales (incluyendo la contaminación, la penuria energética, la escasez de agua, el agujero de la capa de ozono) el Calentamiento Global pasó a ser el problema más alarmante. La contaminación, la escasez de petróleo y la falta de agua (pensaban los Amos del Mundo) podían resolverse a la manera clásica del imperialismo: exportación de industrias contaminantes a los países pobres, ocupación militar de pozos de petróleo y de zonas con recursos hídricos o con otros recursos necesarios para las nuevas y novísimas tecnologías. La capa de ozono podría restaurarse lentamente cambiando algunos procesos tecnológicos. Pero el Calentamiento Global por el Efecto Invernadero no parecía tener solución que fuera compatible con el modo de producción y consumo de creciente derroche y expansión industrial. Primero se intentó desconocerlo, pero luego se decidió mitigarlo mediante propuestas tecnológicas más propias de la ciencia-ficción o por la clásica receta capitalista de pagar más por los bienes escasos. Y afirmando que debía hacerse un esfuerzo educativo para reflexionar sobre estos temas: siempre en la línea de que «todos somos responsables», postura que intenta ocultar a los grandes responsables Hay antecedentes de una falsa preocupación por el ambiente que en realidad intenta «soluciones» en contra de los pueblos. Con el tema del agua potable los Amos del Mundo hicieron ya en los años 80 un ensayo interesante para la expropiación de los pueblos, para quitarle a las mayorías el derecho a su acceso. Los talleres «educativos» del Banco Mundial ya manejaban el concepto de Educación Ambiental y en ellos se llevaba a los técnicos a razonar de la siguiente forma: a) el agua va a escasear; b) hay que educar a las poblaciones para su empleo responsable; c) los pueblos menos conscientes son aquellos que la poseyeron hasta ahora en abundancia; d) la primera medida educativa es que deban pagar por ella; e) por lo tanto deben manejarse criterios empresariales para administrar el suministro del agua potable que deja de ser un recurso natural para transformarse en un servicio comercializable y exportable
Para el Calentamiento Global también hay propuestas «educativas» neoliberales de este tipo, pero cada vez más se advierte que el problema, por su gravedad, no admite soluciones dentro del Neoliberalismo. Ello exige a los Amos del Mundo ganar tiempo y mentir, pues la conciencia planetaria del problema llevaría inevitablemente a un cuestionamiento del sistema capitalista desde su raíz. Las propuestas de Educación Ambiental de Naciones Unidas apostaron más a enmascarar las causas del Recalentamiento Global que a enfrenarlas. Veamos un ejemplo de las propuestas que manejan los Amos del Mundo: una solución aparentemente «técnica» y democrática es fijar cuotas máximas de contaminación para cada país. Desde luego la culpa del recalentamiento global es en un 90% de los países del Norte, pero –dicen los Amos del Mundo- olvidemos eso. Si hay países que han excedido su cuota de contaminación pueden comprar parte de la cuota admitida a países subdesarrollados, y éstos (al vender sus derechos) renuncian a industrializarse, y así ganaríamos todos. Por otra parte, como los árboles absorben CO2 y oxigenan el aire, los Amos del Mundo tendrían derecho a seguir emitiendo gases tóxicos si al mismo tiempo siembran plantaciones de árboles en régimen de monocultivo en países pobres con tierras fértiles. Los defensores de este falso camino omiten decir que estas plantaciones no son bosques verdaderos, que no se siembran para que queden por siempre sino para cortar la madera e impulsar más industrias contaminantes y que en realidad destruyen la Biodiversidad y la vida campesina. Las argumentaciones de los Amos del Mundo son siempre falaces. El negocio de las cuotas de contaminación permitidas y los «bonos» para comprar derecho a contaminar son uno de los disparates del protocolo de Kyoto. Esto es sólo una justificación para aparentar que se hace algo. Pero la Educación Ambiental que impulsan los programas de Naciones Unidas usualmente parte de estas falsas premisas.
3) EDUCACIÓN AMBIENTAL PARA QUE HAYA UN FUTURO
En este nuevo contexto del siglo XXI, cuando los pueblos se plantean con audacia nuevos caminos al Socialismo, el tema ambiental aparece con imperiosa urgencia. Enfrentar a los responsables requiere información y sensibilización ciudadana. Frente a la desinformación y la trivialidad, la Educación del Pueblo debe dar su combate. Ninguna propuesta educativa es neutral. Responde a uno de estos tres objetivos: consolidar, perfeccionar o enfrentar el sistema político dominante y su base productiva. No todo cuestionamiento del Sistema con frases incendiarias es una real amenaza para el Sistema. Por ejemplo: un ambientalismo abstracto, absoluto, impediría a los estados revolucionarios (que se liberan del yugo imperial) adoptar por determinados períodos estrategias contaminantes pero imprescindibles para su supervivencia económica y militar. Hoy, enfrentar al imperialismo es cuestión de vida o muerte. La fase imperialista del capitalismo está en la etapa de saqueo ambiental y de agonía, pero la pregunta es si la agonía del capitalismo será la agonía de la vida en el planeta. En este marco ¿qué Educación Ambiental debemos impulsar los revolucionarios? En la segunda mitad del siglo XX hay una revaloración de las sabidurías tradicionales y la Educación propone metodologías nuevas para el diálogo multicultural. Paulo Freire es sin duda uno de los principales ideólogos de este proceso. A partir de Paulo Freire cambia el concepto de Educación Popular. De simple transferencia de un saber académico al pueblo, por dosis graduadas, ahora la Educación Popular pasaba a ser la construcción colectiva de un conocimiento mediante el diálogo entre el saber académico y la comunidad. Pero las metodologías horizontales de taller educativo (que adoptaron rápidamente muchas ONGs) al absolutizarse, al menospreciar los mecanismos clásicos de transferencia de conocimientos y categorías político-ideológicas, enlentecieron paradójicamente los procesos de conciencia política ciudadana. En el seno del pensamiento y la práctica de la Pedagogía de Freire se abrieron polémicas nuevas. Algunos autores advirtieron que girar en los saberes del pueblo es un aporte imprescindible para potenciar el saber popular, pero quedarse en los saberes del pueblo es también excluir la apropiación popular de los contenidos académicos que el pueblo aún no posee. Todos estamos buscando nuevas síntesis para las propuestas educativas. Por mi parte en algunos trabajos he insistido en la necesidad de diferenciar los conceptos de «cultura tradicional» y «cultura popular no-tradicional», ya que en países de fuerte urbanización no todo conocimiento tradicional sigue siendo popular y no todo conocimiento popular viene de la tradición local. He sostenido que casi todo el conocimiento tradicional es ambientalmente sustentable, pero que eso no se puede afirmar para la mayoría del conocimiento popular reciente. Además en mi ensayo «La Educación en los Tiempos del Hambre» (Montevideo, Betum San, 2001) propuse definir la horizontalidad en un proceso educativo como «la suma algebraica de las verticalidades». Las transferencias verticales de conocimiento (del que sabe a los que no saben) siguen siendo necesarias; sólo que ahora sabemos que a veces el que no sabe es el académico, y la que sabe es la comunidad. Ahora necesitamos una Educación Popular de claro contenido anticapitalista (o sea de solidaridad social y sustentabilidad ambiental) que haga la síntesis entre las metodologías participativas de Paulo Freire y la necesidad de transferencia masiva de conocimientos y propuestas. Eso último requiere a veces de procedimientos propios de la Educación Tradicional, a veces apoyados en las nuevas tecnologías audiovisuales e interactivas. La Venezuela Bolivariana, por lo que sabemos, es hoy un formidable laboratorio educativo para la búsqueda de nuevas síntesis metodológicas. Los Amos del Mundo controlan la Ingeniería Genética, el Sistema de Propiedad Privada Intelectual sobre formas de vida, la Biopiratería, la Nanotecnología y la Geoingeniería. La gente debe saberlo, y estos temas no pueden ser tratados solamente desde talleres participativos y horizontales. Hay que informar, denunciar, proponer, desde los que están informados a todos los interesados. Ni siquiera el empleo de agrotóxicos, transgénicos y monocultivos, donde la mirada popular sobre sus impactos ya es un aporte imprescindible, ni siquiera esos temas pueden agotarse sin la difusión masiva del diagnóstico y de la propuesta de los académicos anticapitalistas. Pienso que todo lo anterior tiene una extraordinaria importancia para el diseño de una Educación Ambiental comprometida con las mayorías y por ende contraria al capitalismo.