martes, 2 de octubre de 2007

¿Qué país productivo queremos? ¿Qué país productivo tendremos?

En tiempos de cambios políticos en la región, es natural pensar en la implementación de una participación activa de la ciudadanía en las decisiones que involucran la base de nuestra vida como lo es el modelo productivo.


Ing.Agr. Anahit Aharonian



Preocupados por la alta tasa de desocupación y teniendo el respaldo de la Constitución de nuestro país garantizando el derecho a la vivienda, a la educación, a la salud y al trabajo, nos restaba contar con una voluntad política encaminada a facilitar la resolución de estos problemas para hacer posible el país productivo y sustentable, con trabajo permanente y digno para todos. Para ello es necesario comenzar a detener las políticas de los hechos consumados, no podemos continuar con la improvisación que nos ha caracterizado, pero menos aún cuando esa improvisación compromete a varias generaciones futuras.

Vivimos en un Sur de países hermanados en una larga historia de luchas en común, luchas por independencia y autonomía, luchas contra los poderes imperiales, aquellos poderes que han llevado adelante una permanente política de saqueo de nuestras riquezas.

Pareciera que dicho saqueo no quiere cesar, la sociedad de sobreconsumo que han desarrollado en “su” Norte los ha llevado a que haya materias primas de sus países que se están agotando, lo que se une al hecho de que la carga contaminante en su ambiente está siendo intolerable entonces, ¿dónde mejor que este Sur pródigo para que estas empresas puedan desembarcar y arrasar con nuestros recursos naturales como las fértiles tierras, el agua, la tan ponderada diversidad genética? Para ello vienen a pisotear nuestras soberanías, ya que estas empresas son trasnacionales que actúan por encima de los gobiernos establecidos.

Pero nosotros no estamos desprotegidos si nos apoyamos en la fuerza de nuestros pueblos, de hecho, ya integramos un incipiente mercado común, al que debiéramos prestar mayor atención, especialmente cuando desde los centros de poder que “casualmente” se encuentran en el norte nos bombardean con nuevas formas del “divide et impera”.

Hemos sido capaces de analizar el fenómeno de la división como arma para ejercer el poder, en miles de ejemplos que nos da la Historia. Sin embargo y en esta coyuntura, con enorme asombro comprobamos que desde ámbitos políticos y desde los medios de comunicación masiva ahora se nos quiere convencer que nuestra soberanía peligra a causa de la legítima lucha de los hermanos argentinos que está hermanada con la lucha de muchos uruguayos que se quiere desconocer a través del ocultamiento de la misma.

Es triste comprobar el bombardeo propagandístico basado en falsedades y medias verdades, sin mencionar siquiera que la soberanía la tenemos muy comprometida desde que permitimos la trasnacionalización de nuestras tierras y nuestros recursos naturales. Sin mencionar tampoco que -bajo la fuerte presión del gobierno finlandés- nuestro parlamento aprobó en mayo de 2004 un leonino Acuerdo de Protección de Inversiones Uruguay-Finlandia, que ataca claramente la soberanía nacional. Sin mencionar las fuertes presiones que las empresas ejercen cotidianamente a través de sus múltiples estrategias desarrolladas por agencias de publicidad.

Vayamos al comienzo de este capítulo de nuestra historia, aceptando el hecho de que en Uruguay se creyó que con la aprobación de la Ley Forestal de 1987 se abrirían las puertas al desarrollo –nuevos espejitos de colores prometiendo el tan postergado desarrollo- y a muchas fuentes de trabajo. Para que ello fuera posible, también se votaron fuertes subsidios a la actividad forestal, dineros que han salido y salen de nuestros bolsillos, pero lamentablemente hemos comprobado – así lo ha denunciado la Asociación de Inspectores de Trabajo del Uruguay- que no sólo ha generado insuficientes puestos de trabajo sino que además el trabajo es realizado en condiciones infrahumanas, donde aún trabajan muchos menores de edad. Esto también hay que revertirlo, pero somos concientes que no se logra por un simple voluntarismo; además de una estrategia hacia su cumplimiento se precisa de fuertes recursos presupuestales.

¿Cuántos emprendimientos productivos se hubieran implementado si la sociedad no hubiera sido obligada a pagar dichos subsidios y exoneraciones impositivas?

En medio de este panorama nos encontramos con que una de estas empresas forestales está culminando la instalación de una gigantesca planta de celulosa en nuestro país, en el departamento de Río Negro. Otra de las corporaciones está gestionando su instalación en el departamento de Colonia y –en caso de continuar esta cadena - nos llevará a una consolidación de este modelo de producción forestal a gran escala, de árboles destinados a convertirse en astillas, con el más bajo empleo en la fase agraria y en la fase industrial. Las mejores tierras del litoral oeste, de los departamentos de Paysandú, Río Negro y Soriano ya extranjerizadas serían destinadas al cultivo de más y más eucaliptos para abastecer a las mega plantas proyectadas.

Como si estas superficies no fueran suficientes, se le han abierto las puertas a otro gigante de la celulosa como lo es la sueco-finlandesa Stora Enso, la que está comprando tierras en el centro de nuestro país, con la finalidad de seguir plantando eucaliptos para instalar otra mega planta de celulosa, esta vez sobre el Río Negro.... y hay otros proyectos similares que están siendo anunciados con enorme algarabía por parte de nuestros gobernantes.

Entonces, estamos ante una situación de hecho grave ya que tenemos impactos negativos en toda la cadena productiva, comenzando por los que provocan estas plantaciones, que son la materia prima indispensable para esta industria.

Recordemos que para plantar estos árboles, se sustituye la cobertura vegetal existente, provocando un importante desequilibrio en los ecosistemas, hay una real pérdida de biodiversidad y cambios en la estructura social que implica exclusión y marginación.

Por otra parte, recorriendo las zonas forestadas se pueden hacer algunas de estas comprobaciones, complementadas con estudios académicos que nos demuestran que estas plantaciones de eucaliptos acidifican y producen erosión en los suelos, disminuyen la disponibilidad de agua a través del uso consuntivo y la evapotranspiración, además de disminuir la capacidad de recarga de acuíferos.

Otros impactos negativos son los relacionados a la contaminación de suelos y aguas a causa del uso de agrotóxicos, algunos de los cuales hoy están prohibidos por ser Contaminantes Orgánicos Persistentes, prohibiciones marcadas a través del Convenio de Estocolmo, del cual somos firmantes y cuya primer Conferencia de las partes se realizó en mayo de 2005 en Punta del Este.

Es harto conocido que la industria de la celulosa es una de las industrias más contaminantes del mundo (incluso usando la “última tecnología”) y en base a los daños ya ocasionados a su propio ambiente, los países del norte han cambiado su legislación implantando fuertes controles ambientales, lo que implica mayores costos de inversión. También tienen restricciones en tanto empieza a escasear su materia prima ya que han devastado sus propios bosques nativos.

De esta manera nos encontramos con que estas industrias vienen acelerando su traslado al sur, como ya lo han hecho, por ejemplo, en Brasil y Chile. Justamente en el sur de Chile, cerca de la ciudad de Valdivia hace sólo tres años se instaló una planta de celulosa con la última tecnología finlandesa, cuyos resultados han sido nefastos. La planta fue temporalmente cerrada, pero la destrucción ya había ocurrido y es tan importante que los pobladores se han visto seriamente afectados en su salud.

Ahora parecería que le llegó el turno a nuestro país, a las márgenes de nuestros ríos donde se puede encontrar abundante agua dulce de acceso gratuito, tierras y mano de obra baratas además de insuficientes controles ambientales.

Es asombroso constatar la enorme propaganda realizada por las empresas aún antes de instalarse, a través de presentaciones públicas, difusión de multicolores revistas, invitación a delegaciones de políticos y periodistas a visitar España y Finlandia. La primera pregunta entonces es: ¿por qué tanto gasto para conquistarse a la gente, a la prensa y a los políticos si sus proyectos son tan buenos?

Por otra parte, ¿por qué ambas empresas han presionando para que se les voten nuevas exoneraciones impositivas, tanto que han logrado operar en Zona Franca y ser exonerados de todo impuesto?

Es importante a su vez conocer la calidad de los representantes de estas empresas, como lo es el caso de uno de los técnicos que trabajó para la empresa chilena antes mencionada, en cargos ejecutivos, más específicamente como gerente de ventas y marketing, ahora tiene un cargo gerencial, en la empresa finlandesa Botnia que se está instalando en Fray Bentos.

Se menciona su larga trayectoria como aspecto meritorio, pero ¿alguien se ha preguntado si “larga” es sinónimo a “buena”?

Comprobamos que una situación similar ocurrió con uno de los responsables de la empresa española Ence, al cual se le atribuye una larga trayectoria como directivo, olvidando que parte de lo “largo” es su condena por crímenes ambientales en su propio país, donde todavía continúa la lucha por la clausura definitiva de la planta de Ence en Pontevedra, Galicia.

Pese a todo lo anterior, estas empresas insisten en presentarse como la única opción para resolver los problemas de falta de trabajo y de agregarle valor a la madera ya existente.

Pero aclaremos algunas cosas:

a) al operar en zona franca, el Uruguay seguirá exportando materia prima sin valor agregado

b) el poco valor que le agregarán será en su zona franca y por tanto no tendrá impactos fiscales que aporten al crecimiento de nuestra economía (en la página 7 de la Ley de Presupuesto dice textualmente: “Nota: las proyecciones no incorporan el impacto económico de las plantas de celulosa debido a su escaso impacto fiscal”).

c) estas empresas sólo procesarán la pulpa o pasta de celulosa, ya que sus mayores ganancias pasan por tener “las plantas de celulosa al pie de los árboles y las fábricas de papel al pie de los mercados”. Y es bueno saber que los mercados están en China y Europa.

Uno de los argumentos que parece hacernos dudar más, está basado en que supuestamente es necesario producir más papel, pero no dicen que la mayor parte de la celulosa que se produce no está destinada a satisfacer reales necesidades humanas, sino a crear crecientes niveles de consumo innecesarios que aseguran la rentabilidad de la industria de la celulosa y el papel. Sin embargo la industria alimenta el mito de identificar al alfabetismo con el consumo de papel mientras las cifras mundiales al respecto desmienten esta afirmación repetida una y mil veces.

Sin embargo, lo cierto es que no sólo no generarían puestos permanentes y genuinos de trabajo – la automatización sustituye a gran parte de la mano de obra- sino que además desplazarían muchos de los ya existentes, que en número y calidad son muy superiores. Entonces, resulta absolutamente equivocado el argumento de la generación de trabajo ya que sí se genera en la primera etapa de construcción de las fábricas, pero ¿qué hacemos con la tugurización y la exclusión inmediatamente posterior? ¿No es mejor generar trabajo permanente como lo ha reclamado el Plenario Intersindical de Trabajadores de Río Negro?

Otro de los argumentos que nos hacen dudar es el de que “la madera ya está y alguien la tiene que procesar”. Estamos totalmente de acuerdo, pero ¿por qué elegir la peor opción? ¿Por qué no apostar a la real transformación de nuestra economía?

Con la superficie ya plantada hay propuestas varias para transformar dicha madera con valor agregado de verdad y con mucho más puestos de trabajo.

Se ha insistido mucho en esta suerte de “resignación” ante lo ya plantado, pero debemos saber que –aunque se quiera disfrazar- para alimentar a estas mega-industrias se va a necesitar de mayores extensiones de eucaliptos cercanas a las plantas.

A pesar de todos nuestros fuertes y fundamentados argumentos para oponernos tan enfáticamente a dichos emprendimientos, cuando conseguimos que alguien al menos nos escuche, nos responde con un “no se puede hacer nada, ya está decidido, ahora nos corresponde controlar”.

Pero ¿desde cuándo los uruguayos nos resignamos ante decisiones tomadas apuradamente, ante decisiones donde no fueron sopesadas todas las opiniones que especialmente en estos casos deben ser tomadas en cuenta?

Por otra parte, ¿cómo vamos a controlar? ¿qué significa “controlar”?

Si le damos el significado de “verificar” entonces, luego de ocurrida la contaminación estaremos en condiciones de dar a conocer –por ejemplo- la causa de un cáncer o la causa de alguna de las enfermedades respiratorias que ocurren en las zonas cercanas a este tipo de industria. También podremos verificar la exclusión social y empobrecimiento al que serán llevadas las poblaciones cercanas a las plantas y a las plantaciones forestales que alimentan a dichas plantas.

Si le damos el significado de “regular” entonces tendremos que esperar a que el desastre ocurra para decir “mire, ocurrió tal error, ahora sabrá que debe corregir”, pero mientras tanto la población ya fue afectada y además siempre nos quedará la duda del nivel de corrección hasta el momento de la siguiente verificación.

Hemos escuchado con gran asombro, que si estas empresas llegaran a contaminarnos simplemente las echamos.... pero acaso ¿no sabemos que para lograr la expulsión de una empresa de este tipo pasan muchos años mientras se siguen acrecentando los daños permanentes e irreparables? ¿No sabemos de las fuertes presiones que estas empresas ejercen en las poblaciones donde se instalan para acallar las denuncias sobre los daños? ¿No sabemos que somos cómplices de dichos daños cuando fuimos prevenidos de los mismos?

¿Cómo vamos a responder a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos?

Tenemos la certeza de que es posible e imprescindible cambiar una decisión política cuando ésta es equivocada. Dar marcha atrás, cuando se trata de decisiones negativas para nuestra gente, siempre hablará bien de nuestros países, los potenciales inversores tendrán que prestar atención al hecho de que las decisiones son tomadas con responsabilidad. Agreguemos a esto que del monto total de la inversión, sólo el 20% queda en el país, el 80% restante vuelve a su país de origen!

En cuanto a impactos ambientales y sobre la salud, es importante señalar que los efluentes líquidos de estas plantas de celulosa liberan peligrosas sustancias llamadas dioxinas y furanos policlorados, las que se clasifican dentro de los llamados Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs). Estos COPs se bioacumulan y se biomagnifican, lo que significa que afectará toda la cadena trófica al depositarse en los tejidos grasos de todas las especies, hasta llegar a los seres humanos. A su vez, estos vertidos llegarán al río con una temperatura más alta, por lo que la afectación también pasa por el daño a los seres vivos, en especial en una zona que se caracteriza por ser zona de desove de peces.

A su vez habrá liberación de estos tóxicos en los gases que salen de la chimenea provocando las nefastas lluvias ácidas. Y no podemos ser tan ingenuos creyendo las palabras de los representantes de las propias empresas cuando “aseguran” que no contaminan ya que cuando se les piden los datos acerca de los estudios que respalden dichas afirmaciones no los saben exponer, no saben cómo fueron hechas las mediciones, con qué frecuencia, con qué metodología y ni siquiera saben responder en cuántas plantas se midió ni si fueron publicados los supuestos resultados “tranquilizantes”.

Nos dicen que no contaminan, pero también nos dicen que por las dudas (¿qué dudas si no contaminan?) sería aconsejable hacer perforaciones en el acuífero y no usar la toma de agua potable de OSE (Obras Sanitarias del Estado) a la altura de Fray Bentos. Quienes afirman todo esto además de las contradicciones que muestran ¿han estudiado la dinámica de las aguas subterráneas y superficiales? A esto se suma que nos aseguran que los fraybentinos deberán prescindir del Balneario Ubici (entonces, ¿contaminan o no?).

Por si esto no fuera suficiente, nos encontramos con que la DINAMA (Dirección Nacional de Medio Ambiente) considera (fojas 3942) que los temas que no fueron profundamente analizados no producirán impactos no mitigables o no compensables, basando esta consideración únicamente en una “convicción”. Bajo ningún concepto podemos aceptar basarnos en convicciones, necesitamos elementos de análisis verdaderos, con cifras, con datos verificables.

Queremos que nuestro país progrese y se desarrolle, pero entendiendo por desarrollo cuando producimos para satisfacer a TODA la población y además nos aseguramos que las generaciones que nos siguen puedan continuar produciendo en forma sustentable y con trabajo genuino y digno.

Por lo tanto, la producción de pulpa de celulosa no se condice con esta concepción y no estamos contraponiendo calidad versus trabajo: ya explicamos que son falsas las promesas de trabajo, el poco trabajo que se genera es sólo por un lapso de un año o un año y medio y luego se genera la exclusión porque al terminarse la etapa de construcción sólo gente desamparada, excluida, marginada quedará allí.

Entonces, lo más sensato sería plantear: paren todo, no nos desgastemos más con esto, frenemos la extranjerización de nuestras tierras, no hipotequemos nuestros recursos naturales, redoblemos nuestras energías en diseñar el país real, el país que ya debemos inventar para crecer en armonía regional a través del ordenamiento ambiental del territorio, de la gestión participativa de las cuencas hidrográficas y con trabajo de verdad priorizando las mejores cadenas productivas.

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